Chulda

Solía ir a un garito llamado Chulda a escuchar jazz. Eran tiempos algo convulsos en mi ciudad, por lo que no era extraño que hubiese que cerrar la puerta del local alguna noche, cuando se producían manifestaciones en el distrito universitario. 

En esos momentos se creaba una atmósfera única, porque a ninguno nos importaba lo que sucediera fuera, sino lo que pasara dentro del local. Estábamos allí para escuchar música, o mejor aún para sentir y vivir el momento presente.

Una de esas noches, la ví al final de la barra. Estaba con un grupo de amigos y nuestras miradas se cruzaron. Yo nunca he sabido ligar ni hacerme el interesante, al contrario, era más bien introvertido y desaliñado, pero esos ojos claros me rindieron de una manera inesperada. 

Veinte años después, he vuelto a ver esos ojos. Y es curioso, porque sigo sintiendo cierto estremecimiento cuando nos miramos, como aquella primera vez en un garito de jazz.

Lo cierto es que no cambiaría ni una coma de la historia de amor que compartimos, si acaso, le hubiera dado una continuidad, aunque ambos sabíamos que eso era imposible. 

Ahora, fuera, en el jardín que rodea el bullicio de la fiesta que nos ha unido circunstancialmente, hablamos un rato con amistad y respeto. Recordamos y sonreímos. Yo soy un poco nostálgico, lo sé. ¿Y ella?. Lo cierto es que de ella ya no puedo saber nada, salvo  tal vez, intentar leer en sus ojos.

Y es entonces cuando me parece sentir como me besa  con su mirada.

Volvemos dentro, nuestras parejas nos esperan.


imagen: http://longwallpapers.com/jazz-wallpaper-photo/ 

Desatasco

Estaba acostumbrado a circular con rapidez y sin atascos por toda la red vial. De esa manera, podía desplazarme de una manera sencilla y cómoda entre origen y destino. Así había sido siempre, hasta que un día noté una ralentización del tráfico que iba en aumento conforme pasaba el tiempo.

Una de dos, o bien había aumentado el tráfico o bien iba más lento, o incluso ambas situaciones. Poco a poco la situación empeoró produciéndose en algunas zonas auténticos atascos cada vez mayores y con difícil solución.

Comenzábamos a estar desesperados, cuando un día, de repente, notamos unos fuertes empujones y mirando hacia atrás, vimos que los ocasionaban unos individuos vestidos de verde y con una gorra donde ponía escrito “Sintrom”.

Gracias a ellos, el atasco se fue deshaciendo lentamente hasta que pudimos recuperar un porcentaje alto de nuestra movilidad inicial. Veíamos a estos individuos localizados en muchos cruces, muy atentos al tráfico y a cualquier posibilidad de atasco.

Nos saludábamos amistosamente, a fin de cuentas compartíamos el mismo cuerpo y los mismos objetivos. Nos hicimos muy amigos porque los chicos y chicas del «Sintrom», se quedaron para siempre.

Otro intruso

Hace un tiempo publiqué una entrada titulada «Intruso bienvenido». Hoy casi repito título con este otro intruso que me encontré en el supermercado. Perdido, temeroso, necesitado de ayuda.

Yo buscaba espárragos de Navarra pero de los de verdad, no envasados en Navarra y provenientes de China o Perú. Los quería navarros de solera. Y entonces ví al pajarillo con cara de preocupación, como diciendo «en buen lío me he metido».

Ayudar a un pájaro asustado no es difícil sino dificilísimo, pero como soy tauro y tozudo, con paciencia y mucho tacto, conseguí convencerle de que su lugar no era ese. Y me llevó tiempo, pero bastante tiempo, aunque al final cuando le soltamos, todo fue compensado con la alegría de verle de nuevo en su hábitat.

En cierta medida, el pájaro casi rendido, se dejó ayudar. Tal vez su instinto le señaló que ese humano tan grande quería ayudarle.

Eso me ha llevado a dos reflexiones; por un lado, para ayudar es necesario quién ayuda pero también quién se deja ayudar. A menudo sucede que hay personas cuya negatividad les lleva a deshechar una ayuda sincera y desinteresada. Y eso es un problema.

La segunda reflexión es más gastronómica. Porque parece mentira que sea complicado encontrar espárragos originales de Navarra. A mi eso me importa mucho porque me encantan. Aunque ahora que lo pienso, no sé si al pajarillo le pasaría lo mismo porque a fin de cuentas, se quedó clavado en el estante de los espárragos.

500 y Distancia

 

Ya sois más de 500 seguidores, nunca lo hubiera imaginado. Gracias de corazón a tod@s por ofrecerme vuestra compañía y por permitirme aprender continuamente de vuestros textos y de vuestras emociones. Para este momento, he decidido republicar uno de mis primeros microrrelatos, escrito en mayo de 2.016 y que lleva por título,

Distancia

Desde el otro lado del planeta me llamaste a gritos. Escuché tu voz, tus dudas, tus temores y por supuesto, también escuché los míos. No hay ninguna ley física que diga que solo hay tres dimensiones.

En realidad, me da lo mismo, no me preocupa. Tanto tú como yo sabemos que nuestra distancia emocional es de dimensiones casi planetarias, pese a los escasos cincuenta metros cuadrados que compartimos.

A la fuerza

Que todo vuelva a ser como antes, suplicaba pensativo Eneos. 

¿Como antes de qué? le preguntó Lucio.

Y añadió,

–  Escúchame Eneos, no hay vuelta atrás, el fracaso acostumbra a ser más fructífero que el éxito. De tu fracaso puedes obtener una actuación memorable. Cometiste un error y pagarás por ello. El destino es un papiro en el que todo está escrito. Sus caminos son inciertos. No hay marcha atrás. Ponte erguido, no pidas una oportunidad, demuestra que eres un hombre y los Dioses sabrán valorarlo. 

Eneos asintió, secó sus lágrimas y salió a la arena del circo romano resignado a morir cuando menos con valentía.


Imagen:  http://arthistoryunstuffed.com/jean-leon-gerome-part-one/

Azabache

Anoche sin ir más lejos, Carlos tuvo una cena de esas que sirven para socializar más allá del entorno habitual de amistades. Su amigo Miguel estrenaba casa después de una obra numantina e invitó a un grupo de amigos a una cena informal de picoteo que prometía ser agradable y entretenida. Y de verdad que lo fue.

En todos esos eventos siempre aparece la persona que sabe de todo y que padece de incontinencia verbal. Uno no sabe a ciencia cierta como comienzan algunas conversaciones, lo cierto es que en un momento determinado se comenzó a hablar de adopciones a raíz (nos enteramos después) de una película que pusieron en La 2 de televisión española. Una amiga de Miguel comenzó a criticar las adopciones en base a experiencias que «le habían contado». 

Criticó las adopciones y a los padres adoptivos bajo un prisma de egoísmo de dichos padres, considerando las adopciones como una moda social, especialmente la de niñas de origen chino. Según le habían contado, muchos niños adoptados eran realmente comprados. Y arremetió contra los padres adoptivos que ya eran padres biológicos acusándolos de  egoistas y de adoptar como si fuera un capricho.

Todo ello generó una controversia y discusión (por fortuna educada) entre los invitados, muchos de los cuales, en desacuerdo total, le dijeron que sus fuentes de información, no eran muy fiables. Miguel conocedor de la situación de Carlos, le echaba miradas de soslayo a las que éste no contestaba salvo con su propia mirada seria.

Solo al final de la discusión Carlos le propuso a la mujer en cuestión,  enseñarle una foto de sus hijos, tomada este verano pasado. Se le quedó mirando, dispuesta a decir que guapos son, cuando le mudó la cara.

-¿Estos son tus hijos? preguntó a Carlos

-Sí, los tres, respondió éste

En la foto se veía sonrientes a su hijo mayor, alto y espigado, a su hija intermedia, rubia y deportista y a su hija pequeña, una maravilla de pelo rizado, ojos negros y piel como el azabache.

La mujer roja como un tomate, intentó articular palabra, tal vez una explicación o disculpa, pero Carlos no le dió la oportunidad. Simplemente le dijo suavemente que era muy fácil hablar con la seguridad que da la ignorancia.

Y se marchó en búsqueda de una cerveza bien fría.

Atletismo

Edu era un caco de poca monta que asaltaba  a personas mayores o supuestamente débiles, al considerarlas presas fáciles. Tenía varias pequeñas condenas por robo que apenas le habían hecho pasar unos pocos meses en la cárcel.

Agachado tras un seto, observaba las personas que entraban en el cajero automático para sacar dinero en ese domingo lluvioso. Una pareja, un joven, una mujer acompañada de su hija, otro hombre fornido…era cuestión de paciencia que apareciera la persona adecuada.

Y finalmente apareció, un hombre de unos cincuenta años, que cojeaba de la pierna derecha y parecía andar con cierta dificultad. ¡A por él! 

Cuando el hombre salió del cajero, Edu le puso su afilada navaja en el cuello. El hombre opuso algo de resistencia pero cayó al suelo. En ese momento quedó al descubierto que tenía una pierna ortopédica, lo que motivó la burla de Edu, que le arrebató el dinero y le provocó riéndose…

-Venga hombre ¿echamos una carrerita? Jajaja

Y Edu se fue sin ni siquiera echar a correr, seguro de su “hazaña”

El hombre desde el suelo reaccionó con rapidez y firmeza. En apenas unos segundos se quitó su pierna ortopédica, se puso de rodillas, tomó la pierna con el brazo derecho y recordó sus años de atleta en los que llegó a participar en campeonatos de lanzamiento de disco.

Y lanzó la pierna ortopédica con la precisión exacta para que le diera a Edu en la nuca y le hiciera trastabillar, mientras gritaba para llamar la atención de otros viandantes, lo que provocó que dos de ellos redujeran a Edu hasta que llegó un coche policial.

«F»

Desde joven F. fue una personalidad compleja. Licenciado en Derecho, estudió la carrera por imposición de su padre y ejerció durante un tiempo como abogado, pero F. era por encima de todo un artista.

Concebía el arte como expresión y reflejo del subconsciente, el último refugio en el que se protegía. Volcado en su mundo interior, escapando a las tendencias y acercándose al aislamiento en busca de paz y silencio.

Pese a ello disfrutó de unos años luminosos y coloristas, en los que reflejó un expresionismo optimista. Todo ello antes de caer en un estado depresivo en el que pintaba compulsivamente proyectando en sus obras sus temas obsesivos: dolor, abandono, soledad. Su expresionismo figurativo fue bien considerado por los críticos, aunque F. renegaba de ellos.

Igual que Francis Bacon que era su pintor más admirado, F. estaba excepcionalmente dotado para el dibujo como lo estuvo para la pintura y en su obra se aprecia la influencia decisiva del pintor irlandés. 

Una mañana F. decidió pintar su último autorretrato, curiosamente sin ojos, apenas unas horas antes de quitarse la vida. Como si hubiera decidido no ver su propio final. Los que tuvimos la fortuna de conocerle tenemos un recuerdo imborrable, mezcla de espiritualidad y fugacidad, mezcla de genio y eclecticismo. 

F. fue un artista en toda la extensión de la palabra, pero ante todo fue un hombre tan atormentado como inteligente, en un mundo que, sin embargo, nunca llegó a entender por completo.

Pd: me hubiera gustado acompañar este texto con una de sus obras, pero  me consta que no es el deseo de su familia ni tengo permiso para ello. En su lugar acompaño el texto con un paisaje de la sierra madrileña donde nació, vivió y puso fin a la aventura de su vida.

La pieza

No voy a decir que mi hermana mayor me maltrataba por las connotaciones que esa expresión tiene. Pero sí voy a decir que me trataba regular tirando a mal, que es parecido, pero no es lo mismo.

Por eso harto de sus engaños, collejas, desplantes, burlas, etc… decidí vengarme de ella, pero no encontraba la forma de hacerlo. Con apenas doce años no tenía muchos recursos para ello, pero al menos me sobraba imaginación. Y me apliqué en dar forma a mis ánimos vengativos.

Mi hermana era lo que ahora se llamaría una «friki» de los puzles. Eran su pasión, puzles complejos de muchísimas piezas. En una ocasión le regalaron uno de 1.000 piezas que se afanó pacientemente en hacer, a ratos, poco a poco pero con enorme constancia. Y ahí encontré la idea.

Robarle una pieza del puzle para que nunca pudiera terminarlo por completo.

Dicen que la venganza es un plato que se sirve frío y vaya si es verdad. Pasadas unas semanas, escuché unos gritos desgarradores de mi hermana, que estaba como loca buscando esa última pieza para cerrar su obra.

Busqué en el fondo de mi caja de juguetes y allí estaba mi tesoro en forma de pieza. Sonreí primero, y reí después. Tal vez no debiera estar orgulloso, pero ese día mi venganza me supo a gloria y mi hermana jamás pudo terminar ese puzle de 1.000 piezas 😈