Día más, día menos

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Nos saludamos con las manos, las tocamos en un choque muy suave. Traigo mi sonrisa, me la he puesto minutos antes de entrar en la habitación. Prefiero estar callado. Me cuesta decir lo que no pienso. Como si él no supiera la verdad. Pero todos participamos del juego absurdo. Cuando al final me quedo a solas con él, me quito la sonrisa, él hace lo propio.

Me confiesa su hartazgo de tanta pantomima, aunque intenta entenderla. «¿Por qué se engañan?» “¿Para quién es mejor, para ellos o para mí?” me pregunta. “Para ellos, sin duda”, le contesto yo. «No están preparados».

“Ayúdame a levantarme, necesito asomarme a la ventana” me dice. Fuera es otoño, llueve suavemente y las hojas inundan el suelo. “La de tardes que he perdido en casa por auténtica pereza y lo que daría ahora por poder tocar esas hojas”. piensa en voz alta. “Pronto volverás a tocarlas” le digo sinceramente. No dice nada,  mientras mira ensimismado a través de la ventana.

Pasan unos minutos y la enfermera trae la cena.

«Un día más» le dice ella.

«Un día menos» le contesta él.

El trovador

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Sigo observando mi trocito de cielo desde esta mazmorra, es lo único que me recuerda la vida. Yo era trovador, más sin duda temo que trové a quién no debiera haber trovado.

Solo vi en ella una hermosa dama, cuyos ojos me cautivaron al instante y le canté ignorando que fuera la hija del más importante valido del Rey y que éste,  tomara mi trova cual ofensa a la virtud de su primogénita.

No era mi intención ofender, si bien debo admitir que no me hubiera disgustado en absoluto catar la mencionada virtud. Merezco pues, mi triste final. Solo ruego al Señor, que no me corte el cuello Damián el tembloroso.

Invisible

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Me levanté y no vi mi reflejo en el espejo del baño. «Caramba» pensé «si que me ha sentado mal la cena de anoche», pero pronto me di cuenta de que algo extraño estaba sucediendo. Salí al descansillo y llamé a la puerta de mi vecino,  la abrió, miró y dijo «empezamos pronto con las bromitas…» Yo movía mis brazos y le decía cosas pero él ni me veía ni me escuchaba.  

Intente contactar con mi hermano por whatsapp y las palabras aparecían en la pantalla, pero se desvanecían de inmediato.  Reconozco que me entró pánico. ¿Existía o no existía?…

Ha pasado un año desde que comenzó mi atormentada experiencia. Ahora al menos, lo tengo bien asumido y hasta le veo sus ventajas. 

No me queda otra. Cuando hace seis meses apreté el gatillo de mi revolver y la bala atravesó mi invisibilidad como si nada, me dí cuenta de que era el momento de comenzar a vivir de nuevo, aunque fuera de manera diferente.

Al otro lado

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Al otro lado de la ventana veo una familia, desayunan juntos y parecen felices. Son cuatro, el matrimonio, un hijo y la niña que está preciosa. Pronto se irán al colegio, creo que la niña es muy estudiosa y además deportista. Hay días que juega al baloncesto por las tardes. Lo sé porque en una ocasión entré en el polideportivo y la vi. Tiene la suerte que yo nunca tuve. Pero es lo que yo tanto ansiaba, que fuera feliz, aunque eso mismo es lo que me hace llorar a diario. Me alegro tanto por mi niña del alma.

Chispas agridulces

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Cuando se prendieron las cortinas de la cocina, nos dimos cuenta de que nuestra pasión se estaba desbordando, estaban saltando chispas. Pudo ser el brillo de tus ojos, o el ardor de nuestros besos, o los movimientos rítmicos, o nuestros jadeos entrecortados, o una reacción química de los fluidos. 

Pudo ser…pero en realidad se nos estaba quemando el aceite. Así que apagamos el fuego como pudimos y buscamos el teléfono del restaurante chino. Y reanudamos nuestra pasión, pero esta vez en la terraza, hasta que perdimos inexorablemente el equilibrio.

Sobrevivimos con varias lesiones y recuerdo que mientras sufríamos en la acera, sentimos un intenso olor a cerdo agridulce.

Novato

ferrari_lEl novato arrancó su coche de novato con su L de novato. Al entrar en la autopista, los demás conductores le miraron y le adelantaron por izquierda o derecha, incluso le obligaron a hacer alguna maniobra imprevista. Algunos conductores le hacían gestos y le decían cosas que él no podía entender. Otros le ponían el dedo pulgar hacia arriba. Y el novato pensaba lo raro del trato recibido de los demás por el mero hecho de ser un novato al volante. Al cabo de un rato llegó a su destino y aparcó su Ferrari de novato con la L de novato.

Marejada familiar

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Poco antes de que los domingos fueran amargos, disfrutábamos de las comidas familiares reunidos en torno a nuestro padre. Eran apacibles y tranquilas. Qué lejos estábamos de suponer que el fallecimiento de nuestro progenitor iba a desencadenar marejadas de envidia, soberbia y vanidades escondidas. 

En la primera comida sin él, solo se habló de dinero y posesiones. Aquellos que antes callaban, hoy ladraban y acusaban. Fue penoso.

Y llegó el día de la lectura del testamento. Y se terminaron las discusiones por completo. Entre caras de pavor y muecas de sorpresa, solo alguien atinó a preguntar “¿quién coño es esa tal Margarita que figura como heredera universal?”

Intruso bienvenido

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Es un intruso y es bienvenido. Parece contradictorio.

Me sorprende su quietud, su calma, al punto de pensar que está inerte. En ocasiones leo o escribo a su lado, mirando de reojo en búsqueda del momento de su marcha. A veces lo consigo pero son las menos, generalmente se va a la velocidad del rayo sin despedirse… y desaparece hasta la próxima ocasión.

Cuando le vuelvo a ver, puede que el intruso ya no sea el mismo, sino otr@ compañer@, no les puedo distinguir, apenas por el tamaño. Si veo que peligran intento ayudarles a encontrar un territorio menos hostil, sin enchufes, sin cables, sin trampas…

Son intrusos y sin embargo son bienvenidos.