lykánthropos (λυκάνθρωπος)

En la entrada anterior a esta, os hablé sobre las sensaciones de complicidad que me produce un gato negro con el que me cruzo con frecuencia y que me mira fijamente y se estira coincidiendo exactamente con mi bostezo. Es tan curioso como inquietante.

Por eso algun@s de vosotr@s, como Mayte, Sadire o Carlos, habéis insinuado que podría ser mi alter ego.

Con esos pensamientos y antecedentes me da un poco de miedo contaros mi gran secreto, aquello que me sucede en las noches de luna llena, cuando mis mandíbulas crecen junto con unos colmillos enormes que se afilan solos y mi cuerpo se llena de pelo a la par que se ensancha musculosamente…porque eso es lo que realmente me sucede…

Eso explica que, si habéis observado, jamás publico entradas en las noches de luna llena… porque suelo estar muy ocupado.

 

Cruce de Miradas

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Las mañanas si no llueve, son deliciosas para pasear por el pueblo, incluso si me siento observado.

Es un gato negro, de ojos oscuros.  No se separa de mi camino.  A su lado me detengo.  Me mira y me reta.  Le mantengo la mirada y me agacho como si fuera a darle algo.  Pero el gato sabe que es un engaño, ni se inmuta.  Seguramente está preparado para defenderse, pero no quiere que note su nerviosismo.

Me huele, su mirada me inquieta, incluso me recuerda a alguien.  Súbitamente el gato se estira desperezándose y al instante yo bostezo. Nos miramos.  Sonrío.  El gato maúlla. Mañana más.

Clepsidra

Se encontraba ensimismado contemplando el funcionamiento de una clepsidra, en la que el agua marcaba los tiempos gota a gota.

Corría el año 1.200 a.C. y en realidad Naeem ignoraba que estaba midiendo el concepto tiempo, porque no existía como tal.

Su padre Anum, contemplaba a Naeem y no entendía la fijación de su hijo con ese extraño invento traído desde lejanas tierras.

Padre” dijo Naeem “los días del calor son más largos que los del frío, pero no sabemos qué significado tiene».

Es sencillo hijo, el clima seco y caluroso es un don de los Dioses que nos permite trabajar más y mejor y poder recogernos para el descanso cuando hemos avanzado mucho en nuestros quehaceres”.

Pero padre, yo estoy cansado y tengo hambre y como el día es largo, me canso más” señaló Naeem.

Y el padre le respondió con cariño, “hemos de trabajar cuando las lluvias lo permitan y comer cuando sintamos hambre y descansar cuando el cuerpo nos avise y amar cuando sintamos el deseo” “Disponemos del don de los Dioses de acuerdo a nuestras necesidades”. 

Mientras se acercaban a su aldea, Anum pensaba que midiera lo que midiera ese extraño aparato que tanto atraía a su hijo, nada podía ser mejor que aprovechar el día de acuerdo a nuestras necesidades vitales, sin extrañas mediciones de las partes del día que seguramente no servirían para nada.

Malditos inventos…


 

Imagen: https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2458290

Despido

Miguel era contable y de los buenos. Su vida se desarrollaba en medio de balances, cuadres, cuentas de resultados, amortizaciones y un sinfín de conceptos contables y financieros. Incluso en su vida personal, solía aplicarlos con destreza y oportunismo casi literario.

Pero una mañana, fue fulminantemente despedido sin causa aparente.

“Es usted un excelente profesional Miguel y puede contar con nuestras mejores referencias, pero queremos dar un vuelco al departamento financiero y usted ya no da el perfil que buscamos”.  Eran las palabras del director general a las que Miguel no daba crédito. Camino a casa en el autobús, Miguel pensativo, escribió en un papel….

Me he dejado la vida

Trabajando en este empresa

Como buen profesional,

Y la ayuda recibida

Puesta sobre la mesa

De mi balance vital,

Es la carta de despido

Como balance sin cuadre

Como importe amortizado,

Y me siento incomprendido

Por este mal resultado,

Y me acuerdo de la madre

De semejante cabrón

Que de forma natural

Y sin que exista razón

Ni causa profesional

En la calle me ha dejado,

Sin importarle un comino

Sin preguntar demasiado

Acerca de mi destino,

Veinte años de un plumazo

Y ha terminado el romance

En la mesa un puñetazo

Y ahora a superar el trance

Esperando que mi sino

Cuadre de nuevo el balance

Paseo entre amigos

Habían quedado en la entrada del parque, a partir de las diez de la mañana, pero Quinn no llegó a tiempo. Al día siguiente se excusó ante los amigos diciendo que Joe tenía un resfriado tremendo y que al final le sacó Maggie y claro, ella es un poco vaga y no le gusta andar hasta el parque.

Ringo se echó a reír porque se imaginaba a Quinn con la vejiga llena pidiendo a la chica que le sacara a pasear.

Una vez todos juntos, conversaron animadamente como siempre hacían, sobre la calidad de la comida, los amigos del parque, los niños de cada casa y especialmente de la problemática de los amos, esa raza extraña pero de la que dependían en buena parte.

Lo que los humanos no sabían, es que en realidad, no eran ellos quiénes sacaban de paseo a sus perros, sino que eran los perros los que sacaban de paseo a los humanos. Vaya pardillos… y rieron todos juntos.

Al cabo de una hora después de los juegos con pelotas y huesos de plástico y como los humanos comenzaban a tirar de las correas, los amigos se despidieron con un poco de pena hasta el día siguiente. “¡Nos vemos mañana!” ladraron al unísono.

Entonces la coqueta Linda ladró apresurada, “¡chicos a mí no me esperen, mañana toca visita a los abuelos!”

Y entre ladridos de despedida cada uno regresó a su casa.

imagen: https://pixabay.com/es/

El duro reencuentro

Primavera de 1.960 dos buenos amigos Manuel y Tasio discuten acaloradamente por el amor de una mujer, ambos se acusan mutuamente. Manuel habla de traición de Tasio por no decirle que se veía con Marisa aún sabiendo el amor que Manuel sentía por ella. Y Tasio le llama ingenuo recordándole a Manuel que ese amor jamás fue correspondido. Y que en definitiva Marisa le eligió a él. La discusión terminó con un puñetazo de Manuel.

Al poco tiempo, Manuel decidió irse a Argentina donde su tío del mismo nombre tenía un negocio. Tasio siempre se quedó en el pueblo donde heredó el negocio de su padre, un pequeño taller de reparaciones que con los años, convirtió en el más importante de la comarca.

Primavera de 2.017 dos personas extrañas coinciden en el mejor restaurante del pueblo. Se cumplen los cincuenta años del Ateneo y hay celebración por todo lo alto. En la mesa presidencial Tasio ocupa un puesto destacado como miembro de más edad. En una de las muchas mesas del salón, Manuel resopla de cansancio, su corazón le ha dado muchos problemas en estos años. Regresó al pueblo hace unas semanas. No se habían visto.

Al término de la comida, Manuel se acercó a Tasio para saludarle. Éste apenas le reconoció. Y cuando lo hizo, le miró con sorpresa y desdén.

Después de los saludos de rigor, Manuel se acerco a oído de Tasio y le susurró: «Tasio, tengo algo que decirte, quiero que sepas que me equivoqué totalmente con mi comportamiento hace muchos años, cuando te pegué».

Tasio sorprendido le contestó «pero Manuel, de eso han pasado casi sesenta años, por favor fueron cosas de juventud, yo ni me acordaba, anda, venga un abrazo».

«No» contestó seco Manuel. «Yo no soy tu amigo. No quiero ese abrazo. Solo quiero decirte que hice algo que nunca debí hacer. Te odio Tasio, me arrebataste a la mujer de mi vida y te odio doblemente porque la convertiste en una infeliz hasta sus últimos días, porque la traicionaste, la maltrataste y le fuiste infiel siempre que pudiste»

Tasio replicó molesto «¿Y para eso te diriges a mí?, venga hombre, vienes a molestarme para nada, déjame en paz, vale… acepto tus disculpas y ahora márchate por donde has entrado idiota» y se echó a reír socarronamente.

Pero Manuel le contesto con calma «Yo no te he pedido disculpas Tasio, no te equivoques, te he dicho que hace años mi actitud no fue la adecuada. Nunca debí pegarte. Lo que debería haber hecho y no hice fue matarte por hijo de puta, pero ahora he vuelto al pueblo a quedarme…”

Giró sobre si mismo y salió del local.

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La pompa de jabón

 

Dani era ingeniero mecánico de profesión, antes de que perdiera la cordura mediante un extraño y grave trastorno de bipolaridad, que le llevó hasta el hospital psiquiátrico en el que residía. Allí, trabajaba en la lavanderia para contribuir al bien general y de paso, hacer más cortas las horas tan tediosas del encierro.

Una tarde en la azotea, mientras las sábanas se secaban al sol, Dani tuvo una idea. Poco a poco, semana a semana, fue aplicando el sencillo mecanismo de un juguete para hacer pompas de jabón a las lavadoras industriales e ideó un sistema que producía en medio del lavado, unas pompas de jabón muy grandes, incluso enormes, entre la sorpresa y la simpatía de cuantos le acompañaban.

Un día el director del centro le retó a hacer la pompa de jabón más grande vista jamás, tal vez para incluirla en el libro de los records.  Dani aceptó el reto.

Y una tarde la consiguió, ¡¡¡vaya si la consiguió!!! y fue tan grande que se metió en ella y cruzó volando los límites del hospital psiquiátrico, mientras todos le miraban anonadados.

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Barquillos

Desde ese día nadie vende barquillos en el parque. Con Julián terminó la tradición. Solo los mayores del lugar recuerdan su infancia en la que un barquillo era el premio del domingo.

Ahora una espantosa estatua esculpida por un amiguete del concejal de medio ambiente, recuerda ese lugar y esa persona.

Pero una noche de invierno la estatua voló por los aires. La policía dijo que había sido un atentado, la prensa avanzó que pudieran ser bandas organizadas…

El grupo de amigos de Julián, todos octogenarios, tomó el máximo de precauciones posibles para no causar daños la noche en que decidieron recordar a su buen amigo volando tan infame monolito.

La maqueta del barco

 

«Ya voy….» gritó para sí mismo, pero cuando llegó dificultosamente al teléfono, la llamada ya se había cortado. Era tan extraño que recibiera llamadas, que miró con ilusión el número por si era su hijo. Pero no fue así. Era un número largo, seguramente publicidad. 

Con desilusión volvió despacito a su cuarto a seguir trabajando sobre la maqueta de un barco que comenzó hace años. Era para su nieto Andresito de trece años. Bueno no… de trece no, ya debía tener por lo menos dieciocho. Hacía cinco años que no le veía.

Suspiró profundamente. A su edad ya ni siquiera le salían las lágrimas.

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La boda de Neera

Neera no podía contener su nerviosismo. Hoy era el día de su boda acordada con un hombre que casi le triplicaba la edad y con el que no había intercambiado aún ni una palabra más allá de unas muecas, mezcla de sonrisa y desprecio en respuesta a sus miradas lascivas.

Abida, su esclava africana, le ayudaba a lavarse el cuerpo con una esponja untada de los aceites más suaves y olorosos. Era muy discreta y aún en esa actitud, sufría por su pequeña ama Neera a la que había visto nacer hacía dieciséis años.

Neera no pudo evitar comenzar a llorar y así, enormes lagrimones teñían de sufrimiento su cara, cuando Abida, como era la costumbre, afeitó su pubis, para que fuera del agrado de su futuro marido.

Y también lloraba, porque recordaba el cariño que sentía por Tassos su vecino y amigo, acompañante de juegos, el chico con el que nació una sincera llama de amor compartida, ya casi imposible de mantener y que ahora se encontraba enrolado en el ejército griego donde su padre le envió para que su amor por Neera no diera lugar a habladurías ni a locuras juveniles, una vez que la familia de la chica había alcanzado tan generoso acuerdo de matrimonio con el noble Fidias.

Una vez ungida como marcaba la tradición, Abida hizo algo insólito en una esclava. Agarró con fuerza la mano de Neera y se la besó en señal de cariño y deseo de suerte. Cruzó con ella una larga mirada, sin mediar palabra alguna. Y salió de la habitación para que la chica descansara.

Sola se quedó Neera, sollozando. Su futuro estaba escrito por otros, aunque tal vez, aún podría decir su última palabra.

Cuando su madre entró en su cuarto, la encontró tendida en el suelo, con una leve sonrisa en la cara, una cara de paz y sosiego. En su mano, restos de una planta venenosa, la acónita.

Puede que Neera la hubiera robado del almacén de su padre, o puede que alguien, la hubiera colocado en su mano, otorgándole cuando menos la posibilidad de decidir sobre su vida.