Perdidos

“No podremos salir del castillo hasta el próximo Halloween”, susurró Laura al borde del llanto.

“No seas quejica”, replicó Iván, “estoy seguro de que papá y mamá nos encontrarán”.

Pero sus palabras fueron solo un intento baldío para animarse. La trampilla del foso de aquél viejo castillo había cedido, en esa maldita noche de máscaras y calabazas.

Se miraron fijamente a los ojos.

“Lo peor de todo es que a este paso, no podremos escribir la carta a Los Reyes Magos” dijo Laura.

“Sí…” dijo ensimismado Iván, “eso es lo peor”.

El secreto de la tartera

¿Qué será lo que le ponía su madre? La tartera estaba a reventar y desprendía un olor delicioso, pero lo más intrigante era que después de comer, Miguel era otra persona, dicharachero y amable.

Pensábamos que era cosa de algún condimento secreto.

Un día decidí preguntarle cual era ese ingrediente que le hacía cambiar. Y Miguel confesó que su madre, que cocinaba muy bien, no le ponía nada especial o fuera de lo común.

Sin embargo, me contó que él solía machacar una pastillita azul que tenía su padre y que eso le hacía sentirse muy inspirado.

Y acto seguido, se fue con Martita cogidos de la mano al gimnasio y eso que esa tarde, no había clase…

500 y Distancia

 

Ya sois más de 500 seguidores, nunca lo hubiera imaginado. Gracias de corazón a tod@s por ofrecerme vuestra compañía y por permitirme aprender continuamente de vuestros textos y de vuestras emociones. Para este momento, he decidido republicar uno de mis primeros microrrelatos, escrito en mayo de 2.016 y que lleva por título,

Distancia

Desde el otro lado del planeta me llamaste a gritos. Escuché tu voz, tus dudas, tus temores y por supuesto, también escuché los míos. No hay ninguna ley física que diga que solo hay tres dimensiones.

En realidad, me da lo mismo, no me preocupa. Tanto tú como yo sabemos que nuestra distancia emocional es de dimensiones casi planetarias, pese a los escasos cincuenta metros cuadrados que compartimos.

A la fuerza

Que todo vuelva a ser como antes, suplicaba pensativo Eneos. 

¿Como antes de qué? le preguntó Lucio.

Y añadió,

–  Escúchame Eneos, no hay vuelta atrás, el fracaso acostumbra a ser más fructífero que el éxito. De tu fracaso puedes obtener una actuación memorable. Cometiste un error y pagarás por ello. El destino es un papiro en el que todo está escrito. Sus caminos son inciertos. No hay marcha atrás. Ponte erguido, no pidas una oportunidad, demuestra que eres un hombre y los Dioses sabrán valorarlo. 

Eneos asintió, secó sus lágrimas y salió a la arena del circo romano resignado a morir cuando menos con valentía.


Imagen:  http://arthistoryunstuffed.com/jean-leon-gerome-part-one/

Africa

Desde el día que murió en mis brazos, comprendí que mi vida debía estar correctamente encaminada a dar una oportunidad a aquellos que nunca la tienen.

Un machete en mi cuello me obligó a dar preferencia a quién no lo merecía.

Fui cobarde o tal vez fui humano.

Pero no volverá a suceder, aunque me cueste perder la vida en esta lucha de poderes, en este enjambre de tribus de mi amada Africa.


imagen: https://pixabay.com

Plaga

Como si de una plaga venenosa se tratara, solo así puedo interpretar como cambió mi vida en tres meses.

Primero fue la pérdida de mi trabajo.

Después mi mujer se fue con otro.

Por último mi cuerpo me dio un serio aviso.

Ahora pasado un tiempo, me dedico a corregir textos para una editorial y a escribir mi primera novela, comparto algo más que «inquietudes» con una enfermera que conocí en el hospital y me he recuperado casi por completo aunque deba medicarme de por vida.

Mi vida ha superado la plaga y ahora está… plagada de sueños.

Cruce de Miradas

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Las mañanas si no llueve, son deliciosas para pasear por el pueblo, incluso si me siento observado.

Es un gato negro, de ojos oscuros.  No se separa de mi camino.  A su lado me detengo.  Me mira y me reta.  Le mantengo la mirada y me agacho como si fuera a darle algo.  Pero el gato sabe que es un engaño, ni se inmuta.  Seguramente está preparado para defenderse, pero no quiere que note su nerviosismo.

Me huele, su mirada me inquieta, incluso me recuerda a alguien.  Súbitamente el gato se estira desperezándose y al instante yo bostezo. Nos miramos.  Sonrío.  El gato maúlla. Mañana más.

La maqueta del barco

 

«Ya voy….» gritó para sí mismo, pero cuando llegó dificultosamente al teléfono, la llamada ya se había cortado. Era tan extraño que recibiera llamadas, que miró con ilusión el número por si era su hijo. Pero no fue así. Era un número largo, seguramente publicidad. 

Con desilusión volvió despacito a su cuarto a seguir trabajando sobre la maqueta de un barco que comenzó hace años. Era para su nieto Andresito de trece años. Bueno no… de trece no, ya debía tener por lo menos dieciocho. Hacía cinco años que no le veía.

Suspiró profundamente. A su edad ya ni siquiera le salían las lágrimas.

foto: https://pixabay.com/es/

 

Cien palabras

Serán solo cien palabras las que necesite para despedirme o tal vez menos.

Mi innegable locuacidad puede verse ahora en entredicho, porque es precisamente ahora, cuando debo elegir las palabras que expresen exactamente mis sentimientos.

Y eso no es tarea fácil a las puertas de mi viaje.

¿Qué decir sin herir, sin llorar, sin compadecer?

¿Qué verdades ocultar y cuales confesar?

Quizás lo mejor no sea buscar palabras, sino emociones, y tal vez una mirada y una sonrisa me ayuden a comprender mejor el pulso de mi vida, ahora que se está apagando.