El restaurante había alcanzado una merecida fama. Julián, su propietario, había conseguido una excelente fusión entre la calidad de la materia prima y la imaginación de nuevos sabores. Esa mañana estaban todos alborotados. Corría el rumor de que un inspector de la famosa revista “Arquitectura Culinaria” iba a pasarse de incógnito por el restaurante para someterlo a una prueba. Si bien la clasificación del restaurante en el ranking nacional era buena, la obtención de una crítica positiva de esa revista, podía suponer un espaldarazo definitivo.
La misteriosa reserva estaba hecha para las 14:30h a nombre de un tal Didier Caudrelier. Exactamente a la hora señalada, entró por la puerta un hombre de mediana edad, corpulento, vestido de sport pero con elegancia. Destacaba bajo su blazer azul y por encima de una sobria camisa salmón, un precioso chaleco de flores burdeos, a juego con sus mocasines igualmente burdeos. Llevaba una cuidada perilla muy amplia y larga, donde ya asomaban las primeras canas. Con elegancia aceptó la mesa ofrecida junto al ventanal.
Escueto en palabras y sin ningún acento, el señor Caudrelier pidió el menú, eligiendo de entrante el “buñuelo de ventresca al aroma de albahaca”. Como primer plato se decidió por el “pastel de pato con verduritas de temporada” y cerró el menú con una “lubina al horno con colitas de camarón”. Para beber, pidió una botella pequeña de agua mineral y como vino, eligió un Verdejo fresco y un Sauvignon Blanc a elección de la casa, lo que causó cierto desconcierto. Durante la comida se le prestó al comensal toda la atención pertinente pero sin que se pudiera sentir agobiado. De postre eligió la “mousse de pera con espuma de yogur” tras lo cual pidió un café solo. Terminado el servicio, solicitó la cuenta y pagó en efectivo dejando una aceptable propina. La experiencia había sido un éxito.
A unos cincuenta metros del restaurante, Manuel «el señor Caudrelier», esperaba pacientemente y de manera discreta, a una pareja que había estado comiendo a la vez que él. Aunque entraron a la par en el restaurante, se estaban demorando en exceso.
Se trataba de Emilio y Mayte los verdaderos críticos de la revista “Arquitectura Culinaria”.
Una vez se encontraron, comentaron la experiencia:
-Excelente calidad dijo Emilio, pero todo el restaurante estaba a tu servicio Manuel. Y se olvidaron del resto de comensales. Tardaron mucho entre plato y plato y tuvieron fallos en la temperatura de mi carne.
-Mi pescado era excelente, añadió Mayte, pero la salsa estaba algo inconsistente y las verduras no estaban cocidas en su punto ¿puedes creerlo?
-Cuando tú estabas pagando, añadió Emilio, a nosotros no nos habían servido aún el postre. En fin, está visto que no todos los comensales somos iguales.
–Sí, dijo Manuel sonriendo, no hay nada como advertirles de la presencia de un crítico y reservar con un nombre sofisticado, Didier Caudrelier nada menos. Desde luego impone más que el mío. Por cierto, yo he comido de maravilla.
Rieron los tres.
-Sí, pero la calificación para la revista, se la daremos nosotros, añadieron al unísono Emilio y Mayte.
Eso es tener mala leche e ir a pillar, ¿eh? Mejor no avisar de nada y así sí que verían la realidad. 😋
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Muy de acuerdo … pero las criticas «criticas» siempre tienen mejor acogida
Que nos gusta la carnaza! 😈
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Pues no te lo voy a negar, je, je.
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Por supuesto Ecléctica, la carnaza que no falte y así la crítica es «crítica» como tu dices y eso a la revista seguro que le gusta. Aunque creo que el restaurante ha sido demasiado elitista con Caudrlier y eso … 🙄
Un abrazo y buen finde.
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Pues sí, van a pillar, pero también podría ser una estrategia. Yo también pienso que lo mejor es no decir nada.
Un abrazo Luna y a por el finde
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La falta de profesionalidad es el pozo negro de los engreídos. Esto suele pasar con muchos vendedores, se dejan impresionar por el aspecto del cliente y dejan de lado al que realmente está dispuesto a comprar.
Saludos Carlos, a ese sitio no pienso ir yo a comer ni invitado 😂😂✋
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Yo no veo tanto falta de profesionalidad, como se engreído y vanidoso. Clientes podemos ser todos y esos tratos de favor no se justifican. y todo por un rumor. Y a los otros comensales sin embargo les tratan peor. Se merecen una crítica de verdad 😉. Un abrazo JM
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Aquesta cuestión del buen yantar tiene sus más y sus menos, siendo los primeros del postín que abona la cuenta con tarjeta prestada y segundones los del común, que haciendo una gracia se abonan al diario del menú y, si no entra, perdonan el postre. Un abrazo.
El menú del día, suele contener alimentos más frescos, elaborados en la mañana y además lo sirven más rápido.
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Comer bien cuando te lo paga otro es un doble lujo, y más al precio de algunos restaurantes subidos a la parra en aras a menús “creativos”. No lo discuto. Pero te confieso que yo soy de cocina tradicional y económica. Y a diario de ese menú rápido y a buen precio. Por desgracia me paso mi vida laboral, comiendo fuera de casa.
Un abrazo Carlos y que aproveche.
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No se si Julián pecó por vanidad o por ingenuidad, o por ambos. Pero está claro que las apariencias engañan y aquí se la han metido doblada. Probablemente sea merecida. Un abrazo Carlos.
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Probablemente pecó de las dos. Tal vez fue un engaño o una argucia discutible, pero además de la calidad que parece indudable, los críticos observaron una discriminación nada aconsejable ni aceptable con una buena nota. Un abrazo Miguel.
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Si quieres descubrir el truco de un prestidigitador siempre tienes que mirar hacia la mano que mantiene oculta, no la que hace cucamonas ante el público 😀
Buena historia, Carlos. Feliz fin de semana
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Buen comentario Xibeliuss. Me gusta la comparación con la magia que has hecho. A veces nos fijamos en un ámbito pero nos falta verlo en su totalidad. Y un buen servicio debe incluir todo, dando por hecho la materia prima, el trato de ser impecable. Pero el trato a todos.
Un abrazo e igualmente buen fin de semana para ti.
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Yo sería incapaz de ser crítico culinario. Cuando como solo tengo dos palabras para referirme a la comida: buena y mala.
Saluditos Carlos. 😉
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Yo creo que te refieres a me gusta o no me gusta 😉. De siempre he pensado que para criticar lo que sea hay que «haber hecho» aquello que se crítica, sea gastronomía, cine o deportes…
Gracias por tu visita, un abrazo y buen finde.
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Por supuesto; si me gusta es porque es buena y si no, pues no me la como. jeje!
Buen finde Carlos.
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Hay que reconocer que el nombre está muy bien elegido para dar el pego.
Me ha gustado mucho como describes su aspecto.
Y los del restaurante…no es muy ético ese trato desigual pero habrá que pensar que se pusieron nerviosos.
Abrazos!!
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Probablemente fueron nervios pero es obvio que hubo cierta discriminación hacia otros clientes. A menudo nos dejamos impresionar por las apariencias y olvidamos lo esencial. Monsieur Caudrelier merecía una descripción acorde a su nombre 😉
Un abrazo Paloma.
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Jejeje Muy bueno!!
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Gracias amiga 😉
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Es como ir al examen sabiendo las respuestas, así aprueba cualquiera.
Un abrazo
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El placer de la gastronomía frente al placer del aprobado 🙄 Aunque en este caso no sacarían buena nota, pues pecaron de ingenuos.
Un abrazo Pau 😊
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Bueno ,por partes : sorprendentes conocimientos culinarias del autor del texto me hacen sospechar que nuestro querido Carlos Montalleri colabora con la revista » Arquitectura culinaria» también.¡ Qjala! que fuera así en realidad . Muy divertido, con la enigma hasta el final. Un beso.
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Yo mas que conocimientos gastronómicos, puedo decir que soy un poco «cocinilla» 😉 pero solo eso. Celebro que te haya gustado. Al final de la historia, resulta que las cosas no son como parecen. Un beso 😊
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¡Qué cabrones! Muy bueno.
Un abrazo.
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Un comentario muy efusivo😂😂 pero bastante certero.
Un abrazo.
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.myy
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Fueron a pillarlo, jajajaja. Excelente, excelente. Un abrazo amigo
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Y lo pillaron, bien planeado aunque ciertas dudas en las formas, pero así es el mundo tan competitivo de los chefs. Abrazo
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